“Grande absurdo es también considerar como justo todo lo que se encuentra regulado por las instituciones y las leyes de los pueblos. ¡Como!, ¿hasta por las leyes de los tiranos? Si los treinta tiranos de Atenas hubiesen querido imponer leyes, si los mismos atenienses hubieran amado esas leyes tiránicas, ¿serían leyes justas? Creo que no lo serían…No existe, pues, más que un solo derecho al que está sujeta la sociedad humana establecido por la ley única: esta es la es la recta razón en cuando manda o prohíbe, ley que, escrita o no, quien la ignore es injusto…”.
Marco Tulio Cicerón (106 a 43 a. C.), “Tratado de las leyes”.