“Marco se acercó más a su padre e inconscientemente posó una mano sobre su rodilla huesuda. Tulio acarició aquella mano con sus dedos, dándole un apretón cálido, y sus ojos suaves se anegaron en lágrimas, lanzando un suspiro y esbozando una sonrisa.
“El hombre ha de tener unos principios que sean su referencia -prosiguió Tulio-. Antiguamente, Roma tenía unos firmes principios compuestos de divinidad, patria y leyes justas. Por eso llegó a ser fuerte y poderosa, sostenida por la fe, el patriotismo y la justicia”.
Taylor Caldwell, “La columna de hierro”. (Novela biográfica sobre Marco Tulio Cicerón).